A diferencia de su actual padrino político, el neopanista Roger Torres Peniche, el vallisoletano Liborio Vidal Aguilar vislumbra demasiados obstáculos en sus ambiciones electorales, pues la militancia panista no olvida su pasado antidemocrático y represor.
En los recuerdos y en el corazón del panismo yucateco aún no cierra la herida que dejó el 28 de diciembre de 1990, cuando en Valladolid defensores de la democracia fueron aplastados por fuerzas de seguridad y porros de priistas vinculados con el Amigo Libo.
Ahí empezó la carrera política del vallisoletano, al amparo de la entonces gobernadora interina del PRI, Dulce María Sauri Riancho, que lo hizo alcalde, diputado local y diputado federal.
Hoy, aunque cuenta con el apoyo de su consuegra María Fritz Sierra, secretaria de Gobierno y con peso en las decisiones panistas, Vidal Aguilar sabe que no tiene la amistad y simpatía de la militancia blanquiazul en sus planes de buscar la gubernatura en el 2024.
Por ello, fue uno de los chapulines que aprovechó la reciente visita del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, para entablar las negociaciones bajo la mesa para el abordaje de su sexto partido en menos de 20 años, pues del PRI brincó al PRD, de ahí al Verde Ecologista, y sólo regreso al PRI para saltar al PAN en el 2021. De esa variedad del arcoiris es su «convicción» partidista.