Alonso Ancira estuvo tranquilo, relajado, incluso bromista. Antes de que iniciara su audiencia el martes pasado, comió tacos al pastor sentado al interior de un pequeño cuarto a un costado de la sala, a unos minutos de que se reanudara su comparecencia ante un juez.
Estaba con un elemento de la Guardia Nacional encargado de su resguardo, pero que también, cortés, le acerca una hoja, a falta de servilletas, para que se limpie.
El empresario, acusado de lavado de dinero, dio consejos de negocios y finanzas al uniformado.
“El secreto de la Bolsa de Valores, acuérdate de eso, es no tener que vender. No vas a necesitar ese dinero en los siguientes dos años para que no tengas que vender o si baja la acción”, explicó.
El presidente del Consejo de Administración de Altos Hornos de México le dijo que la lectura de periódicos ayuda mucho porque “permite tener perspectiva de lo que está pasando en el mundo”.
Aseguró que él leía cinco diarios de distintos países todas las mañanas, aunque solo citó el nombre de tres.
“En Alemania, para que te des una idea, son 74 millones de gentes, y diario hay 78 millones de periódicos y revistas.
En México somos 127 millones de cabrones y hay 2 millones de periódicos al día: la gente en México no está acostumbrada a leer”.
El empresario, de pelo cano, playera blanca y con el uniforme color caqui de recluso, interrumpió la lección al guardia por su comida. “Estaban buenísimos, no me había comido tacos de éstos. Eran de pastor, ¿verdad?”.
Enseguida entró a la sala uno de sus abogados.
“¡Señor Ancira!”, gritó desde la puerta el litigante de traje azul marino y corbata morada.
—¿Qué tal los tacos? —Buenísimos, ¡éntrale!
El abogado no respondió a la invitación y en cambio avisó al empresario que la ambulancia ya estaba lista para valorarlo. “Trae oxígeno y todo”.
La audiencia de la semana pasada tuvo que suspenderse por ocho horas porque Ancira dijo sentirse muy cansado.
“Enfermo que come y mea, el diablo que se lo crea”, bromeó antes de ser valorado de su salud.
Pero antes de que arribara el personal médico, el abogado le preguntó a Ancira cómo la pasó cuando se contagió.
—Y cuando le dio covid, ¿qué sintió?
—Nunca sentí, fui asintomático, ciento por ciento.
—¿Nada, nada?
—Nada.
Me hicieron una prueba, porque me puse en cuarentena, y salió positiva; me volvieron a hacer otra y salió negativa.
Durante su relato, Ancira, quien también cuenta con la nacionalidad estadunidense, no desaprovechó para indirectas. “Yo ya estaría vacunado allá”.
Unos minutos más tarde comenzó la audiencia, pero apenas se dio un receso la personalidad dicharachera del empresario salió de nueva cuenta.
Primero con sus abogados hizo teamback para discutir lo que más le importa.
“Traemos ahí unas pruebas que vamos a presentar y no se trata de ser muy incisivos porque ya hay un acuerdo”. Pero Ancira no solo dirigió a los suyos.
Se acercó a la pantalla en la que se transmitía la imagen de los fiscales, así como del apoderado legal de Pemex, para preguntarles cómo iba el proceso para concretar el acuerdo reparatorio que derivará en que pronto salga de prisión.
En esta audiencia, debido a las medidas sanitarias, ellos no se encontraban en la sala 1 del Centro de Justicia Penal Federal del reclusorio Norte.
Las imágenes filtradas en YouTube de esa audiencia muestran a Ancira, de 65 años, tranquilo, confiado de que pronto dejará el reclusorio, porque su libertad cuesta 219 millones de dólares a pagar en cuatro años.