La crisis derivada de la pandemia amplió la brecha de desigualdad de percepciones en México. El ingreso laboral de 20 por ciento de la población que más recursos obtiene es equivalente a 50 veces lo que recibe el quintil, o quinta parte del total de los habitantes del país, con el ingreso más precario, muestran datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) actualizados al cuarto trimestre del año pasado y trabajados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Eso significó ampliar una brecha que ya era holgada. Quienes ganaban menos ahora perciben mucho menos; quienes ganaban más, después de los primeros meses de la crisis se embolsan un poco más. En el tercer trimestre de 2019, el ingreso laboral de la población con más recursos fue 29 veces más amplio que el de la quinta parte que menos percibió por su trabajo.
A partir de los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo se determinó que 20 por ciento de la población con menores ingresos laborales percibió en promedio 94.36 pesos al cierre del año pasado, lo que refleja una caída de 40.5 por ciento respecto a los 159.72 pesos registrados en el último trimestre de 2019.
Entre quienes percibían los ingresos laborales más altos, en promedio 4 mil 662.93 per cápita, el indicador aumentó a 4 mil 726.67 al cierre del año pasado; es decir, una variación de 1.4 por ciento anual.
Con estos datos en ingresos laborales, el coeficiente de Gini –indicador que refleja mayor desigualdad entre más se acerca a uno– pasó de 0.488 a 0.513, muestra la información del Coneval.
La Organización Mundial del Trabajo recalca que los ingresos laborales son “fundamentales para comprender la desigualdad”, dado que fungen como la principal fuente de ingresos de la mayoría de la población; a diferencia de los ingresos de capital, que benefician a los más acaudalados.
El año pasado, con una disminución de 40.5 por ciento en los ingresos de los trabajadores que menos perciben, el Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores –ejemplo de las ganancias de capital– cayó 0.8 por ciento con datos del cierre.
Especialistas explicaron que pese al incremento de 20 por ciento en el salario mínimo el año pasado, la magnitud en la caída de la actividad económica afectó toda la estructura laboral; sumado a ello, más de la mitad de los trabajadores se encuentran en la informalidad.
César Salazar, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, explicó que el año pasado se precarizó el empleo, incrementaron los trabajadores que fueron al mercado informal con salarios menores y con jornadas laborales distorsionadas; mientras los incrementos salariales suelen aplicarse donde sí hay una obligatoriedad de subirlos; es decir, en el sector formal y entre quienes ganan el mínimo.
No quiere decir que la política de incrementos salariales no sirva, “tendrá un impacto”, pero no funciona como “efecto faro”, detalló. “Un incremento de 10, 15 y 20 por ciento no implica que toda la estructura de los salarios se va a incrementar en ese porcentaje (…) El empleo formal es el que se beneficiará en mayor grado, pero todas las estructuras salariales del mercado informal, no hay forma de regularlas”.
A parecer de Miguel Chelius, director del Observatorio de Salarios de la Ibero Puebla, los incrementos en el salario mínimo de los últimos años detuvieron “un poco el deterioro de las condiciones laborales” el año pasado. Sin embargo, el efecto de dicha alza “fue opacado” porque el de Covid-19 en la actividad económica “ha sido devastador”.
En adelante, vienen al menos dos años más de recuperación y por ello las alzas en el salario mínimo no se verán en los grandes números, pero sí de soporte para que no se agudice la precarización. “Realmente, tanto los salarios como las políticas de transferencia han evitado una crisis social mayor, pero es muy profundo el deterioro de las condiciones económicas en el país”, aseguró.
Recalcó que “en México los salarios son muy bajos” debido a una distorsión fabricada por las empresas, así que el alza salarial es una política necesaria; pero a la presión de que el mercado laboral recupere las condiciones de 2019, se sumará la población que no ingresó a la fuerza de trabajo el año pasado ni éste. El desafío debe ser dar mejores condiciones para todos estos trabajadores.