“Es cierto, el área se está saturando, ya no hay lugar en terapia intensiva. Se abrió otro piso que también ya está lleno, y el tercer piso tiene hasta el momento tres pacientes; en los últimos 15 días ha crecido el número de enfermos de Covid-19 y ya no nos damos abasto para atenderlos”.
Así lo expone un camillero de la UMAE del IMSS de Mérida, quien narra las experiencias vividas en las últimas semanas y cómo duele ver que las personas que pierden a un familiar por esta enfermedad no se puedan despedir de ellos por los protocolos sanitarios.
Compañeros pierden contra el Covid-19
Lo que más duele, comparte, es ver a sus compañeros caer en las garras de esta enfermedad, pese a todos los cuidados que llevan. Tan sólo en la UMAE hay siete hospitalizados, y hace un par de días murió otro compañero, un enfermero quirúrgico de 53 años.
“Es un sentimiento indescriptible ver a un amigo o compañero que hace una semana estaba bien y de pronto verte ayudando a los demás del equipo a amortajarlo. Es lo más duro de nuestro trabajo en estos momentos”.
Asegura que el personal ya no se da abasto para atender a tantos pacientes, hacen su mejor esfuerzo, pero es muy complicado.
Además, dice que hay desabasto de medicamentos. Hace dos semanas se quedaron sin fármacos para tratar la enfermedad, así que hacen lo que pueden con lo que tienen disponible.
El personal de enfermería “se la rifa” todos los días, son los que están al pendiente de cómo están los pacientes, de darles sus medicamentos, de cambiarles el pañal en el caso de los que están sedados por su gravedad.
El entrevistado, quien prefirió omitir su nombre por temor a represalias, manifiesta que en la UMAE reciben todo el kit completo de protección para trabajar con los pacientes con Covid-19. “No tenemos queja en ese sentido, pero hacen falta medicamentos y personal”.
Y es que las 13 camas de terapia intensiva con que cuenta la UMAE del IMSS están todas ocupadas, y el 80%, cuando se desocupan, es porque el paciente falleció y enseguida se ocupan otra vez.
Las camas del pabellón de ortopedia, en el segundo piso, ya se están utilizando para los pacientes con Covid, algunos de ellos están intubados y otros en recuperación.
“Los últimos 15 días han sido una locura. Se supone que los pacientes graves deben quedarse en terapia intensiva, pero ya no hay lugar, así que se les pone donde se pueda”, indica.
Son 25 camas las del segundo piso, ocupadas en su totalidad, y ya abrieron el tercer piso, dedicado a oncología antes de la reconversión como hospital Covid, en las que ya hay tres camas ocupadas.
La UMAE cuenta con 22 ventiladores mecánicos, de los cuales 17 están constantemente en uso, es decir si la cifra de enfermos graves sigue creciendo no tendrán los suficientes para atender a todos.
El servicio ya se está saturando, asegura, por lo que hace un llamado a la población a concientizarse sobre esta enfermedad, a darse cuenta que no es un juego, ni una mentira, que es real y que puede pasarle a cualquiera: a la mamá, el tío, la hermana, los hijos, el abuelito.
“Sean empáticos con el prójimo, pónganse en el lugar del otro, no piensen que porque no han visto a nadie enfermo de Covid-19 no existe. Si pudieran ver lo que nosotros vemos pensarían y actuarían de diferente manera”, afirma.
“Aunque el Centro de Convenciones se reconvirtió en hospital para pacientes con Covid, quién va a atenderlos si en los hospitales que están funcionado no hay suficiente personal”, se pregunta.
“De nada sirven 490 camas disponibles, si no hay personal de salud que atienda a los pacientes”.
Comparte que una de las cosas más duras que tienen que vivir es ver a las personas que tienen que reconocer y despedirse de su familiar a la distancia, pues cuando un paciente con coronavirus fallece se saca el cuerpo para que lo vean, pero la familia no se pude acercar. Desde 4 o 5 metros de distancia los camilleros abren el cierre del mortuorio que los cubre para que corroboren que es su familiar, y de ahí al crematorio.
El camillero de la UMAE manifiesta que cumplen un estricto protocolo de vestimenta para ingresar a su área de trabajo, lo que les lleva de 35 a 40 minutos.
Uniforme quirúrgico, botas desechables, guantes quirúrgicos, gorro, overol, cubrebocas y careta son parte de lo que deben usar, en algunos casos doble o hasta triple como sucede con los guantes.
El overol que los cubre hasta la cabeza se debe pegar con cinta a la cara.
Quitarse todo después de la jornada laboral de seis horas les lleva unos 45 minutos o más, porque es el momento de mayor riesgo. Cada vez que se quitan algo deben lavarse las manos.
Durante el proceso calcula se lavan las manos unas 15 veces, y todo, tanto el ponerse y quitarse el equipo de protección, se hace bajo la mirada de una persona que va indicando qué sigue en el procedimiento.
Las jornadas son agotadoras, expresa, terminan deshidratados, pues sudan mucho, con hambre, tienen que aguatarse las ganas de ir al baño hasta terminar su turno, y si tienen alguna alergia como sinusitis, por ejemplo, no se pueden ni sonar la nariz.
Indica que, sin embargo, gracias a todo lo que usan se sientan protegidos, y cree que sus compañeros que se han contagiado de coronavirus han pescado el virus en la calle y no en el hospital, por las numerosas personas que no se cuidan y no siguen indicaciones como el uso de cubrebocas.
También por su cercanía a la T1, pues los edificios de la UMAE y el del Hospital Regional están juntos, y ahí es el primer filtro cuando llegan los pacientes con síntomas, pero todavía no se sabe si es Covid. Como los resultados de las pruebas tardan de dos a tres días, en ese lapso de tiempo el paciente ya fue atendido por varios médicos, enfermeras y camilleros en distintos turnos, sin que estos tengan la protección necesaria, ya que ahí atienden a pacientes con diversas enfermedades y no siguen los mismos protocolos que la UMAE, donde exclusivamente se atiende a pacientes con coronavirus.
Ante el difícil panorama que ve y vive todos los días, reitera su llamado a la población a seguir las indicaciones sanitarias para que el virus no siga propagándose, y a quedarse en casa.