En las sombrías y angostas salas del Hospital General de Zona 004 del Instituto Mexicano del Seguro Social en Iguala, Guerrero, la lucha de Sergio Armenta contra el cáncer alcanzaba un trágico crescendo. A sus jóvenes diecisiete años, el destino lo había arrastrado por un laberinto de negligencia médica y desesperación familiar. La voz entrecortada de su madre, una melodía …