Desde el 27 de marzo, locatarios del Mercado Martínez de la Torre, en la Colonia Guerrero, decidieron realizar entregas gratuitas a domicilio para clientes que prefieren mantenerse apartados por la contingencia del Covid-19.
Martín Toledo es miembro de la mesa directiva del Mercado, vendedor de veladoras y, desde el 27 de marzo, responsable de este servicio.
«Soy tercera generación aquí en el mercado», dice, «mi abuelita empezó en 1975, siguieron mis papás y estoy yo desde los 13 años.
Refiere que, desde que el 14 de marzo el Gobierno federal anunció la suspensión de clases, los clientes comenzaron a preocuparse por el abasto de mercancías y les preguntaban si el mercado cerraría en algún momento.
«Esto es por la misma necesidad, saber que nuestro clientes nos comenzaron a preguntar que si sí vamos a cerrar, qué otra forma iba a haber de poder generar el basto», refiere.
En su primer día de funcionamiento el mercado tuvo sólo ocho pedidos a domicilio, pero en el segundo, alrededor de las 15:20 horas, llevaban ya 16.
«Lo empezamos a poner en redes sociales y se empezó a repartir muy rápido porque le decimos al cliente que va a tener la seguridad de va a haber calidad, bien el peso», presume.
A diferencia de otros servicios de entrega de víveres a domicilio, Toledo refiere que la ventaja del mercado es que los clientes, dado que ya conocen a sus proveedores, sólo tienen que precisar con quién quieren y cómo adquirir sus productos.
«Tú me dices yo necesito tantos kilos, pero yo los compro con tal y él ya sabe cómo, dile que soy, no sé, la señora que va los jueves, la que le platica tal, y ya saben cómo les tiene que despachar».
Antes de volverse repartidores, Pablo Ignacio Valdés y Benito Hernández Rosado trabajaban como cuidadores de coches en el estacionamiento del mercado.
Ambos coinciden en que, en estos dos días, las propinas de los vecinos han significado un incremento en sus ingresos que, desde la contingencia, habían venido a pique.
Tres personas dependen del salario de Ignacio; del de Benito, sólo su madre.
«Nosotros en sí, de lo que vivimos es de lo del cuidado de los carros, de las lavadas, pero ya van como dos semanas que se queda vacío (el estacionamiento) y pues los patrones me invitaron, de pura propina hoy ya llevo como 300», dice Valdés.
A las 15:40 horas se le acumulan a Valdés dos pedidos en la calle Ignacio Zaragoza; toma la lista y, siguiendo las indicaciones de los clientes, se lanza a comprar un kilo de calabaza, dos de tomate, un manojo de espinaca, dos bolsas de lentejas y medio kilo de pechuga.
Sube las mercancías a la bicicleta y en menos de 10 minutos está ya a la puerta de la vivienda, donde lo recibe Lorena Esquivel.
«Yo siempre soy clienta del Mercado y ahí vi que se estaba anunciando y se nos hizo buena idea apoyarnos y también a ellos. Lo que pedí ahorita es para mañana, entonces no me urgía tanto, pero yo les voy a estar pidiendo estos días», dice Esquivel.
