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Neoliberalismo, el gran «muñeco de paja» del discurso presidencial

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Andrés Manuel López Obrador la condenó 18 veces el día que asumió la Presidencia de México: la política neoliberal como responsable de la pobreza, la desigualdad, el ecocidio, la exclusión de comunidades indígenas, el desmantelamiento de los bienes públicos bajo tutela del Estado, el crecimiento económico promedio de no más de 2 por ciento anual y, sobre todo, de la corrupción.

A dos años de su mandato, el eco de un decreto, que rezó “el fin de la era neoliberal”, no ha llegado en pleno a la actual administración, de acuerdo con investigadores entrevistados. Las críticas ocupan todo el espectro: un tren que pasa por la principal selva de México, la ampliación de programas sociales, la transferencia de recursos para el sector energético, los recortes al gasto público, subejercicios y la regulación de la subcontratación puesta a discusión en Palacio Nacional con los grupos empresariales.

El punto en común es que la política neoliberal prevalece. Sobre el por qué y su uso en la actual administración, tanto de manera material como ideológica, lo explican en entrevista Enrique Rajchenberg Sznajer, académico de la Facultad de Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Nicolás Loza Otero, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

Rajchenberg Sznajer ubica en el neoliberalismo no sólo una política económica, sino la restructuración del capitalismo en diversas dimensiones; la vida económica, la social, la política, entre otras. En el plano económico implica una ganancia a costa de la apropiación de bienes comunes, como los recursos naturales y, en ese sentido, los megaproyectos de la actual administración son un estandarte de política neoliberal.

Para Loza Otero, más allá de un programa político material, el neoliberalismo en la construcción presidencial es “un gran muñeco de paja, que lo mismo es responsable de la migración de los trabajadores mexicanos a Estados Unidos, que de la violencia contra las mujeres, de la pobreza, de la desigualdad; de cualquier mal pasado, presente, incluso futuro”. Tiene un peso primordialmente discursivo.

Sobre la infraestructura, Rajchenberg agregó: “Está demostrado el impacto de estos megaproyectos en los bienes comunes. El más debatido es el Tren Maya, cuya instrumentación implica en gran medida ganancias para ciertos capitales o grupos empresariales y una derrama económica en términos de salario a la población por donde pasa, pero que no necesariamente implica una verdadera dignificación”.

Si bien se pueden asegurar empleos con salarios por arriba de la media nacional, en el Tren Maya se suma “el agravante de una destrucción irreversible del medio ambiente y una inversión pública que va con la apropiación de los bienes comunes. La selva finalmente es un bien común”, manifestó.

Lo mismo se puede aplicar a la refinería de Dos Bocas, o bien a la termoeléctrica en Huexca, Morelos, que el Presidente rechaza suspender en aras de no desperdiciar el capital fijo ya construido. “No sé si sea reutilizable o no esa infraestructura ya instalada. Lo que sí sabemos es que se va a echar a perder el entorno en el que vive un sector importante de la población”, agregó el economista e historiador.

Subrayó que otro tema es la política fiscal: regresiva, con privaciones a los trabajadores, al consumidor, pero muy generosa con los grandes capitales. Por lo que, de acuerdo con el investigador, se deben involucrar impuestos progresivos a la ganancia o a la inversión bursátil. Esto, sobre todo, ante una pandemia que agravará la concentración del ingreso y las brechas de desigualdad.

Para Nicolás Loza Otero, uno de los principales usos del neoliberalismo en la actual administración es el discurso. El presidente conecta los prejuicios y sentimientos anticapitalistas, antimercado y pro-Estado que tienen muchos mexicanos. Pero no es una conexión gratuita, “la historia del libre mercado mexicano no ha sido muy virtuosa. Muchos de los empresarios mexicanos son rentistas, han crecido al amparo del dinero del Estado, con corruptelas, con abusos”, contextualizó.

Sin embargo, la otra cara del análisis falta en el discurso presidencial, el cual sólo señala al neoliberalismo como causa de los problemas pasados, presentes y futuros del país, agregó el sociólogo y economista de Flacso, al grado de que se ha vuelto un recurso moral –incluso religioso– contra el beneficio privado, ilegítimo y germen de la descomposición social, pero este mismo discurso convive con programas de corte neoliberal.

Como presidente, López Obrador es “inconsistente e ideológicamente incoherente”, hecho que compensa con sagacidad política y pragmatismo. Tiene apego a un programa de economía mixta que se practicó después del cardenismo en México y que implica cierta intervención del Estado, cierta regulación de la actividad de la empresa privada, detalló el investigador.

“No tiene realmente una ideología coherente, sólida; puede parecer un señalamiento muy crítico, pero en realidad tampoco deberíamos pensar que la gente anda por la vida con una ideología muy coherente y sólida.

“Los políticos son muy pragmáticos (…) Yo diría que hasta un científico no debería estar más comprometido con la ideología coherente y sólida que con la investigación científica misma”, agregó Loza Otero.

Los postulados del Presidente están ahí: la rectoría de la explotación petrolera y generación de electricidad en manos del Estado, el tutelaje de la población pobre y la austeridad no como un deber neoliberal, sino cristiano. “Él piensa que gastar poco es una virtud en sí misma, en cualquier campo, tanto de la vida privada como de la pública. No entiende entonces por qué un Estado debe gastar mucho”.

Así, en un balance de dos años de gobierno, Loza Otero consideró que hay esta tendencia automática a culpar al pasado neoliberal de muchos problemas del presente, incluidos la crisis de Covid-19. “Todos los números de la economía del primer año de López Obrador son negativos: empleo, crecimiento, inversión, pero él podría decir, con cierta credibilidad, que veníamos de un desastre. En el segundo año, cuando él realmente tiene responsabilidad, no se va a ver con claridad porque tenemos la pandemia”, dijo.

Finalmente, sobre las causas del por qué la incongruencia del discurso y las políticas materiales, Rajchenberg Sznajer explicó: “Está claro que hay grupos de poder que actúan como grupos de presión y permanentemente impiden romper con ese esquema neoliberal. Yo no sé hasta qué punto el gobierno es rehén de esos grupos, en parte creo que sí”. Ejemplificó con la reciente iniciativa de regular outsourcing y el revés que buscan imponer las cámaras empresariales.

Destaca también la composición heterogénea del gabinete de López Obrador, donde él juega como punto de equilibrio, refirió el investigador de la UNAM. Al final, cita sin nombre a un integrante de la Cuarta Transformación y que a su parecer resume el vínculo con la política neoliberal: “Bueno, es que también hay lucha de clases en el gobierno”.

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