De Bari a Tarento, una ruta costera con 10 paradas para disfrutar de la autenticidad de esta región al sureste del país
No es fácil encontrarlos, pero en Italia todavía existen regiones, más allá de la Toscana o Campania, donde todavía es posible encontrar un poco de autenticidad. Es el caso de Apulia (Puglia), el tacón de la bota, el rincón que Madona escogió para celebrar su último cumpleaños y donde se refugian celebrities como la modelo Ivanka Trump, la familia Macron o los actores Helen Mirren y Tom Hanks.
Con Bari y Lecce, la Florencia del sur, como puntos de partida para descubrir esta tierra rural y marinera, Apulia parece griega, y con motivo: su legado helénico se remonta a las colonias que fundaron los griegos a lo largo de la costa jónica en el siglo VIII antes de Cristo, e incluso algunos pueblos al sureste de Lecce conservan un dialecto del griego, el griko.
Apulia tiene el litoral más largo de las regiones italianas continentales. Al norte, la península de Gargano se adentra en el Adriático y despliega una especie de costa amalfitana en miniatura; al sur, en el tacón, nos adentramos en Salento, región famosa por sus vinos y por los ecos de su sangrienta historia griega y turca. Y en medio, el Valle d’Itria, una depresión kárstica sembrada de ciudades medievales con poco en común entre ellas, salvo su belleza cautivadora.
1 Bari, la Bolonia del Sur
Aunque muchos viajeros pasan de largo camino a Lecce, Bari es una ciudad histórica a cuya población universitaria aporta frescura y modernidad: bulevares señoriales y una activa vida nocturna, y también una ópera recién renovada, un puerto que tienta con conexiones en ferri hacia Grecia, Albania y Croacia, y con un aeropuerto internacional al que vuelan aerolíneas de bajo coste.
Casi todos los lugares de interés están en el casco antiguo, Bari vecchia, un dédalo medieval de callejones y plazas en una pequeña península, donde se apiñan 40 iglesias y más de 120 santuarios, un castillo que lo preside todo y una catedral románica del siglo XI, cuya fama palidece al lado de la basílica de San Nicolo, una de las primeras iglesias normandas de la Italia meridional. A los visitantes les gusta sobre todo pasear por la piazza Mercantile, una bonita plaza precedida por el Sedile, donde se reunía el Consejo de Bari, y descubrir alguna de sus muchas trattorias sin pretensiones donde se promociona la cucina Barese como en ningún otro lugar de Apulia.
2 Terra di Bari
Los alrededores de la capital apuliana ofrece paisajes de olivares y huertos entre los que se esconden catedrales magníficas, castillos en su litoral y poblaciones costeras como Trani, la perla de Apulia, que invita a un paseo por su centro histórico, entre iglesias medievales y decadentes palazzi. Llaman la atención la catedral, pálida y recortada sobre el azul del mar, y el formidable castillo, enorme y vanguardista, construido por Federico II en 1233 y cuyas defensas consolidó posteriormente Carlos V.
Tierra adentro, el enigmático Castel del Monte es la segunda parada imprescindible en la Terra di Bari. Esta misteriosa y colosal estructura octogonal plantada sobre la colina se distingue a kilómetros de distancia y es patrimonio mundial. Nadie sabe por qué lo levantó Federico II: no hay cerca pueblos o cruces de caminos estratégicos ni es un baluarte defensivo (carece de foso, arpilleras o troneras para arrojar aceite hirviendo sobre los sitiadores). Algunas teorías sostienen que, a mediados del siglo XIII, el octógono representaba la unión del círculo y el cuadrado, de la perfección de Dios (lo infinito) y la perfección humana (lo finito). Castel del Monte tiene ocho torres octogonales, estancias con columnas de mármol decorativas y chimeneas, así como puertas y ventanas con marcos de coralita. Algunas torres tienen cuartos de lavado –los primeros retretes con cisterna de Europa–, ya que Federico II daba mucho valor a la limpieza.
3 Promontorio del Gargano
La costa que rodea este enorme promontorio parece siempre bañada de una luz rosácea que contrasta con el mar, sobre todo al caer la tarde. Es una de las zonas más hermosas de Italia, con acantilados calizos, grutas, un mar brillante, bosques antiguos, orquídeas y un tupido monte bajo. Unida en otro tiempo a la actual Dalmacia (Croacia), la espuela de la bota italiana tiene más en común con la región croata que con el resto de Italia. En 1991, se puso freno a la creciente construcción urbanística con la creación del parque nacional del Gargano, que incluye las ciudades costeras de Vieste y Peschici.
Vieste, aferrada a un promontorio espectacular, es un cruce entre Nápoles y Dubrovnik, con algunas dosis de magia apuliana. Las tranquilas callejuelas del casco antiguo, decoradas con cuerdas para tender ropa, son un lugar evocador cuya falta de pretensiones es uno de sus mayores atractivos. Y en lo alto, el castillo construido por Federico II.
4 Monte Sant’Angelo y Peschici
Los peregrinos europeos llevan siglos viajado hasta el Monte Sant’Angelo, una ciudad aislada en lo alto de una montaña. Según la tradición fue aquí donde san Miguel Arcángel se apareció al obispo de la zona en una cueva, allá por el siglo V. Durante la Edad Media, el santuario era el final de la Ruta del Ángel, camino de peregrinación que empezaba en el francés Monte Saint-Michel, y que pasaba por Roma.
La segunda ciudad de interés en Gargano es Peschici, un duplicado de Amalfi sobre un acantilado con vistas a un mar turquesa. El apretado casco antiguo, amurallado y con casas encaladas de estilo arabizante, se llena en verano, así que quienes prefieren la naturaleza, el Bosque de las Sombras, en el mágico interior de Gargano, invita a disfrutar de un picnic. Es el último vestigio de los antiguos bosques de Apulia, con pinos carrascos, robles, tejos y hayas. Los senderistas y ciclistas de montaña tienen 15 senderos bien señalizados que cruzan el bosque, que varían entre medio y 14 kilómetros de recorrido.
5 Las islas Tremiti
Este bonito archipiélago de tres islas a 36 kilómetros de la costa ofrece acantilados escabrosos, caletas arenosas y tupidos pinares bordeados por un resplandeciente mar azul oscuro. Por desgracia, no son islas secretas –en julio y agosto acogen hasta 100.000 veraneantes, por lo que convienen visitarlas en temporada media o baja, cuando apenas hay instalaciones turísticas disponibles y quedan muy pocos residentes fijos.
Las principales opciones están en San Domino, la mayor y más exuberante de las tres islas, dedicada a la agricultura en el pasado y volcada al turismo actualmente. La pequeña isla de San Nicola, tradicional centro administrativo del archipiélago, cuenta con edificios medievales acastillados sobre sus rocas, mientras Caparia, tercer islote, permanece deshabitado.
6 Valle de Itria
Aunque solo está a una hora en coche de Bari, el valle de Itria parece estar mucho más lejos. Tranquilas carreteras secundarias, campos frutales y olivos centenarios, atractivos pueblos encalados sobre colinas y los curiosos trulli, casas circulares de piedra que motean el paisaje. Uno de los puntos más atractivos del valle es Grotte di Castellana, uno de los sistemas de cuevas naturales más largos de Italia, con una increíble variedad de paisajes subterráneos e insólitas formaciones de estalactitas y estalagmitas. Los visitantes van sobre todo a la Grotta Bianca, paraíso de espeleólogos, una fantasmagórica caverna de alabastro donde cuelgan delgadas estalactitas.
Alberobello es otra de las joyas de Itria, y patrimonio mundial, aunque parece no parar de crecer: más de 1.500 casas con forma de colmena y rematadas por pináculos blancos. Son los pintorescos trulli –casas, bares, tiendas–, que en verano reciben un aluvión de turistas que se hacinan entre ellos.
Otra parada que merece la pena es Locorotondo, con un centro histórico apacible y peatonal, donde todo es blanco salvo los rojos geranios de las jardineras. Incluido entre los pueblos más bonitos de Italia, resulta una delicia en sí mismo. Además, nos encontramos en el corazón de la comarca vinícola de Apulia y podremos saborear un spumante de la zona en la Cantina del Locorotondo. Los pueblos pintorescos se suceden en Itria, como Martina Franca, con un casco antiguo de callejones sinuosos, casas de un blanco cegador y, entre ellas, edificios barrocos y rococós, plazas despejadas y balcones de forja. O como Ostuni, recostada en tres colinas, con la joya de su catedral como elemento central y una campiña circundante perfecta para el ciclismo.
7 Lecce, estrella del Barroco
La ruta por el valle de Itria desde el norte culmina en Lecce, cuna del barroco en Apulia. Con edificios del siglo XVII, la ciudad posee una homogeneidad de la que carecen otras grandes localidades de la Italia meridional. El barocco leccese es una versión expresiva y exagerada de este estilo, con abundancia de gárgolas, columnas salomónicas y diablillos retozando. Lecce conserva más de 40 iglesias (y otros tantos palazzi), como la Basílica di Santa Croce, de sorprendente exterior: da la impresión de que unos canteros hubiesen tallado ovejas, dodos, querubines y bestias fabulosas. Otro festín barroco aguarda en la Piazza del Duomo, inesperado espacio abierto en medio de las cerradas calles del centro histórico.
Lecce es también famosa por el arte del papel maché (cartapesta, mezcla de papel y cola), con la que se moldean estatuas y figurillas que, pintadas, decoran iglesias y edificios públicos. La cartapesta de Lecce surgió en el siglo XVII, como alternativa más barata para los artistas que no podían costearse madera o mármol. Todavía quedan varios talleres tradicionales en la ciudad y un museo dedicado al papel maché en el Castelo di Carlo V. Para comprobar las posibilidades de este arte basta con echar un vistazo al techo de la Chiesa di Santa Chiara.
8 Escapada a Salento
Calurosa, seca, y remota, la península de Salento conserva cierto sabor de su pasado griego. Ocupa el tacón de Italia, desde Brindisi hasta Tarento y Santa María di Leuca, y aquí la exuberancia del valle de Itria da paso a campos ocres llenos de flores silvestres en primavera e inacabables olivares. En el centro de Salento, Galatina es la médula del pasado griego de la región, con un centro histórico encantador donde se practica todavía el tarantismi (música de la araña). El popular baile de la tarantela surgió de este ritual y todos los años en la festividad de San Pedro y San Pablo (29 de junio) se realiza en la iglesia, hoy secularizada.
Deambulando por las calles de Otranto se descubren restos de su pasado griego, romano, turco y napoleónico. Hay un palacio aragonés con el escudo de Carlos V sobre la entrada y unas magníficas vistas desde las almenas, así como una catedral que no se parece a ninguna otra de Italia: mosaicos, calaveras, criptas y una imaginería donde lo bíblico se fusionan con lo tropical. Dicen que fue el fruto del sueño de un joven monje (Pantaleone) en 1165, que tuvo una visión del infierno donde se mezclaban los clásicos, la religión y la pura superstición. También sorprendente es su Capppella Moritri (la capilla de los muertos), donde se guardan huesos y calaveras de los 813 mártires de Otranto. Y hacia el sur sale una carretera espectacular sobre los acantilados que caen sobre un mar brillante. Un litoral hermoso y salvaje, en el que muchos de sus pueblos nacieron como asentamientos griegos. Hoy hay pocos monumentos que ver, pero solo por contemplar al mar –en el canal de Otranto se funden el Adriático y el Jónico– ya merece la pena.
9 Gallipolli y Porto Selvagio
Gallipoli es otra de las sorpresas de este (casi) inédito sur italiano, sobre una islita adentrada en el mar Jónico: su conjunto de arquitectura barroca solo queda por debajo de Lecce. La ciudad vieja, ceñida por los restos de su muralla del siglo XIV es el mejor lugar para pasear, con varias iglesias barrocas, un puerto pesquero tradicional, un paseo marítimo azotado por el viento y calles cuya anchura apenas da para que circule un Fiat cinquecento. Gallipoli tiene buenas playas y el cercano parque regional de Porto Selvaggio, zona protegida de litoral virgen con senderos entre los árboles y zonas de buceo frente a las rocas.
Este litoral bañado por el Jónico esconde sorpresas como Santa Maria di Leuca, el confín de Italia, donde se puede degustar sabroso pescado fresco en alguno de los puestos que se montan en el puerto. A partir de aquí, solo queda seguir la línea de playas de arena fina que se extienden desde Gallipoli hasta las puertas de Tarento, como las calas de Leporano, tesoros de aguas cristalinas.
10 La griega Tarento
Tarento es la última de las ciudades de la región de Salento. La antigua y esplendorosa colonia espartana de Taras es hoy una ciudad que consta de dos partes claramente diferenciadas: un minúsculo y algo abandonado casco histórico con un castillo aragonés, y una ciudad nueva con anchas avenidas trazadas en cuadrículas que concentra toda la actividad.
Por aquí pasaron también los normandos, que dejaron iglesias románicas; los zuavos, que levantaron fortalezas, y los españoles, que construyeron edificios barrocos. Excluida generalmente del circuito turístico, Tarento está rodeada de industrias modernas pero conserva parte de su ilustre pasado griego y romano en un interesante museo sobre la Magna Grecia; tan solo por este motivo merece una parada.