El presidente renuncia a través de una carta, en la que no nombra un sucesor
El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, ha dimitido, tras 37 años al poder. Así lo ha anunciado el presidente del Parlamento, Jacob Mudenda, que ha interrumpido la sesión en la que se estaba iniciando su proceso de destitución, al recibir una carta. Tras leer las palabras “Yo, Robert Gabriel Mugabe, presento formalmente mi renuncia, con efecto inmediato”, los diputados han estallado en celebraciones y aplausos.
Hace una semana que el Ejército había tomado el control del país y tenía al presidente, de 93 años, retenido en su domicilio presidencial, el llamado “Tejado Azul”. Desde entonces, la presión política le estaba acorralando, sobre todo después que su propio partido, el ZANU-PF, le suspendiera de sus funciones en la dirección del partido y que lanzara, este martes por la mañana, el proceso de destitución en la Asamblea Nacional. Mugabe, de 93 años y el presidente más anciano del mundo, se ha estado resistiendo y el domingo por la noche desafió a todas las coacciones anunciando en directo en la televisión pública que se quedaba, al menos, hasta diciembre.
En la carta, que Mudenda ha recibido del Ministro de Justicia cuando estaban en plena sesión, Mugabe dice que su decisión es “por el bienestar de los zimbabueses y por la necesidad de una transferencia pacífica de poderes”.
El ZANU-PF había iniciado el impeachment para destituirle y el partido histórico de la oposición, el MDC, secundaba la moción. El proceso podía durar semanas, pero Mugabe, ha vuelto a sorprender. Esta vez, cediendo.
Centenares de personas celebraron en las calles de Harare, la capital, el fin de reino del único presidente que ha conocido Zimbabue desde la Independencia.
En estas circunstancias, la Constitución contempla que debería ser el actual vicepresidente, Phelekezela Mphoko, que es de la facción de la primera dama, Grace Mugabe, quien debería asumir el poder. Pero ha sido precisamente una disputa interna del partido en el Gobierno, el ZANU-PF, por la sucesión de Mugabe la que desató hace dos semanas la crisis actual con la destitución del exvicepresidente Emmerson Mnangagwa, impulsada por Grace Mugabe, según los analistas, que aspiraba a suceder a su marido. Pero la facción de Mnangagwa, la de los veteranos de la guerra de independencia, ha acabado protagonizando la intervención militar y ha forzado la salida de Mugabe. Según anunció este martes el secretario general del partido gobernante, Patrick Chinamasa, será el exvicepresidente Mnangagwa quien tome posesión formalmente de la jefatura de Estado y que seguirá al frente del país en lo que restaba de mandato de Mugabe, hasta septiembre de 2018.
Pero la crisis actual, que ha acabado barriendo al propio Mugabe, es el fruto de una disputa interna del partido en el gobierno, el ZANU-PF, que estalló cuando el exvicepresidente Emmerson Mnangagwa fue destituido hace dos semanas. Su facción, la de los veteranos de guerra, es la que protagonizó la intervención militar y la que ha estado presionando a Robert Mugabe. Y sus rivales son la Generación 40, a la que pertenecen Grace Mugabe y Mphoko, por eso se espera que el pulso siga, ahora sí, en pugna por la presidencia, ya vacante.
Héroe y opresor
Robert Mugabe deja este martes de noviembre un país en profunda crisis económica, con un 90% de desempleo y con la tercera parte de la población viviendo fuera del país —sobre todo en la vecina Sudáfrica— debido a las dificultades para sobrevivir y al acceso a los víveres y a la moneda. La moneda local, el dólar zimbabuense, despareció aplastado por la hiperinflación y, después de tener que recurrir al Rand sudafricano y el dólar norteamericano como moneda oficial, la escasez de divisa ha llevado ahora al sistema de bonos, desde 2016.
Hijo de un carpintero y una catequista, Mugabe se formó como profesor, pero cuando estaba estudiando en Sudáfrica se implicó en los movimientos políticos y de liberación. En 1963, participa en la fundación del ZANU, que nace como movimiento de liberación contra el régimen racista colonial, y que, en 1980, lograda la Independencia, se convierte en el partido político que ha gobernado al poder, bajo la batuta de Mugabe, durante 37 años. El mismo que ahora le ha empujado fuera de juego.
Encarcelado durante 10 años por su activismo contra la colonia, Mugabe estudia en la cárcel y se erige como héroe para los zimbabuenses. Sus discursos directos, atrevidos e anti imperialistas le valieron un amplio apoyo popular, pero la matanza de casi 20.000 personas de la minoría Ndebele, ya en el año 1983, y sus métodos autoritarios, agudizados en la última década y media de su reinado, mudaron su imagen y se convirtió en enemigo número uno para muchos ciudadanos.
Cuando Mugabe realizó la reforma agraria del año 2000, en la que expropió las granjas de los zimbabuenses blancos, la vistió bajo la explicación de un reparto más justo de las tierras, pero resultó ser una estrategia populista para enfrentar una crisis de popularidad y, al final, solo se beneficiaron una minoría, de la élite y próximos al régimen.
Pero su verdadero declive empezó en 2008, con el país sumido en una dura crisis económica, se vio cuestionado por la oposición en las urnas. Y la respuesta fue una oleada de torturas, detenciones y represión.
A sus 93 años, Mugabe no tenía intención de dejar el poder, pero con la destitución de Mnangagwa, hace dos semanas, la guerra de sucesión que se había estado fraguando desde hacía meses, en la sombra, estalló a primera línea y ha acabado forzando el final, muy poco épico, de su era.