Políticos nuevoleoneses todavía sueñan con convertir a Monterrey y su área metropolitana en una “ciudad inteligente”. El tema resurgió hace unas semanas después de quejas de vecinos por la recurrente falla de los semáforos en avenidas de altísima congestión vehicular.
A principio de este año, el secretario de Infraestructura estatal, Humberto Torres, ya había hablado sobre el tema de querer cambiarle el rostro a la urbe regia, cuando menos, en movilidad.
En su oportunidad dijo que era “prioritario” corregir la deficiente semaforización en el área metropolitana, como uno de los puntos centrales del cambio.
Más precisamente, se necesitaba –enfatizó– invertir y modernizar el obsoleto Sistema Integral de Tránsito Metropolitano (Sintram), que se encarga de sincronizar los semáforos y que no ha sido volteado a ver por ninguna autoridad en los últimos 15 años.
Apenas a finales de mayo, el gobierno estatal y los alcaldes acordaron, ahora sí, destinar $50 millones de pesos del Fondo Metropolitano para la actualización del software de dicho sistema. Este año se espera que, al menos, la primera etapa del proyecto pueda ser concluida.
En una entrevista durante la Smart City Expo Latam Puebla 2017, el Presidente de la FIRA Barcelona-México, Manuel Rafael Redondo Peralta, remarcó que la semaforización es una de las fallas más grandes de la capital regia, y darle un sentido más funcional es, indudablemente, una necesidad básica más que un salto de calidad.
Si tenemos en cuenta que desde el 2000 a la fecha todo ha crecido en volumen en la ciudad –urbanización y vehículos– y fuera de lo proyectado, la demanda de obras para una mejor movilidad es hoy exageradamente grande como para prometer soluciones de inmediato y, lo peor, sin suficientes recursos.
Entendemos que por algo hay que empezar, pero lo razonable quizás sería viajar hacia la supuesta “ciudad inteligente” con un proyecto asentado, respaldado con dinero público presupuestado y no con lo que sobre del reparto del Fondo Metropolitano.
Creemos que el área metropolitana tiene gravísimos problemas en cuanto al tránsito de los ciudadanos, y no necesariamente el fondo se va a resolver con darle más “inteligencia” a los semáforos.
Como primera medida, para realizar un cambio de tal magnitud se necesitan políticos inteligentes y una sociedad regiomontana que tenga voluntad para colaborar con el progreso urbanístico.
En un área metropolitana donde siguen proliferando fraccionamientos y que se ha extendido casi seis veces a lo bruto en los recientes 15 años, sumado al libertinaje del transporte público, lo más probable es que, de inicio, antes de pensar en un cambio serio se requiera arreglar otros asuntos y vicios históricamente arraigados.
Mejorar la movilidad en la ciudad no sólo pasa por hacer algo bien como cambiar semáforos, sino que se haga algo completo, lo que no es fácil en un contexto estatal y municipal de fuertes intereses.
Los gobiernos locales, en sus distintos niveles, tienen una tarea muy pesada si, en su conjunto, quieren cambiar la fachada urbana. Hablar de una “ciudad inteligente”, nomás porque suena agradable, supone ser un “sueño loco”.
Vale preguntarse si hoy se pueden incrustar ideas de Primer Mundo en una ciudad con infraestructura de tercera para darnos cuenta de qué tan lejos estamos de esos propósitos que en el papel parecen tener tan cerca los políticos.